lunes, 27 de diciembre de 2010

El bueno de B. Franklin y las virtudes para una vida feliz

Decía el escritor Mark Twain que "no hay cosa más triste que un joven pesimista". Y quizá tuviera razón. De todas las biografías que he leído en estos años, nadie me parece que encarna mejor las virtudes del optimismo que Benjamin Franklin.

Franklin nació en Boston en 1706. La sociedad americana estaba apenas en ciernes. Benjamin fue un espíritu libre, valiente y generoso. Un gran hacedor de su época. Dedicó su vida a infinidad de tareas positivas. Fue inventor, impresor, político, científico. Sufrió penalidades, viajó, se enamoró, se enfrentó a malvados enemigos, hizo amigos y supo movilizar a mucha gente hacia sus causas. Experimentó con los fenómenos eléctricos (el famoso experimento de la cometa del Monkey Island), contribuyó a la creación de la primera biblioteca de Filadelfia, innovó en el sistema de limpieza de las ciudades, contribuyó a la redacción de la Constitución estadounidense (1787).

B. Franklin fue un ciudadano ejemplar (no en vano aparece en los billetes de cien dólares). Y, por qué no, un modelo a imitar. Dicen los estudiosos del crecimiento personal que es deseable tener modelos de éxito, personas cuyos comportamientos, creencias y actitudes podamos tratar de imitar, por haber resultado en una vida feliz y un impacto positivo sobre aquellos que les rodearon. B. Franklin fue una de estas personas. Su autobiografía (La vida privada de Benjamin Franklin) es un obra preciosa, optimista, que instruye, divierte y motiva para ser una mejor persona.

En esta época en que tan poco se habla de virtudes, B. F. nos dejó su conocida lista de las 13 virtudes: temperanza, silencio, orden, resolución, frugalidad, laboriosidad, sinceridad, justicia, moderación, limpieza, tranquilidad, castidad y humildad. Parece ser que Franklin trataba de concentrarse en el cultivo de cada virtud durante una semana. Nunca logró cumplirlas a rajatabla, claro. Pero el considerarlas y tratar de convertirlas en hábitos le ayudó a alcanzar su éxito y felicidad personal. Seguro que muchas de sus virtudes nos sirven en pleno siglo XXI. Es mejor tener un modelo que no tener ninguno. La autobiografía de Benjamin Franklin nos ilustra en este sentido. Una gran lectura para estas Navidades. Y para cualquier otra fecha, claro.

Si no quieres que te olviden tan pronto como te mueras y te pudras, escribe cosas dignas de leerse y haz cosas dignas de escribirse