viernes, 29 de diciembre de 2017

Cuando la profecía falla

Cuando la profecía falla es uno de los estudios de caso más conocidos en la investigación sobre el comportamiento humano en movimientos sociales. Desconocía su existencia. 

En el otoño de 1954, el por aquel entonces profesor de psicología social en la Universidad de Minnesota Leon Festinger, leyó una noticia inusual en un periódico local: “Profecía del planeta Clarion para la ciudad: Escapad del diluvio”. La autora de la noticia era una tal Marian Keech, líder de una secta local llamada the Seekers. Keech afirmaba ser capaz de contactar con alienígenas. A través de ellos, sabía la fecha precisa del fin del mundo: el 21 de Diciembre de 1954. La noticia informaba que los verdaderos creyentes podrían salvarse del apocalipsis gracias a una nave espacial que descendería en el jardín de la residencia de Keech.



La cuestión es que numerosos seguidores de la secta abandonaron sus trabajos y vendieron sus propiedades y se prepararon para congregarse el 21 de Diciembre en casa de la sacerdotisa. El fin del mundo estaba próximo. Así que Festinger y sus colegas decidieron infiltrarse en el grupo. Para ver qué pasaba.

Como sabemos, el 21 de Diciembre no descendieron los alien y el mundo no se acabó. Y entonces entraba en juego la pregunta de investigación de Festinger: ¿cómo reaccionarían los seguidores de la secta concentrados en casa de Keech al darse cuenta del camelo?

Bien, la noche del supuesto apocalipsis, los miembros de la secta, entre los que se encontraba Festinger, quedaron perplejos y en silencio. ¿Por qué no se había incendiado el Planeta? ¿Qué había sido de los alienígenas? ¿Tal vez la congregación había conseguido evitar el fin del mundo?

La reacción de los sectarios confirmó la hipótesis de Festinger: la fe en Keech y sus absurdas teorías quedó indemne. Es más, en algunos casos, la fe de los seguidores pareció fortalecerse (nada que no veamos en la política española). Como afirmó Festinger y sus coautores en Cuando la profecía falla, el grupito de seguidores interpretó la ausencia de un apocalipsis como un éxito de su congregación. Pensaron que habían sido capaces de detener el fin del mundo. La racionalización había entrado en juego. La evidencia no alteró en lo más mínimo sus creencias.

El episodio de los sectarios es una prueba manifiesta de una tendencia ampliamente observada en la forma de pensar y actuar por defecto de los seres humanos: el “razonamiento motivado”. Las creencias están primero y el razonamiento después; es decir, creemos algo y utilizamos el razonamiento para defender esta creencia. El razonamiento está “motivado” por la necesidad de defender nuestras creencias, reflejo de nuestra identidad. 



Y es que para el homo sociobiologicus, las creencias, si poseen un fuerte componente emocional, son un reflejo de la identidad socio-cultural. Defendemos nuestras creencias porque, en el fondo, defendemos a nuestro grupo, a nuestra identidad, a nosotros mismos. La razón es tan solo una poderosa arma subsidiaria que nos ayuda a vencer en la lucha por la supervivencia. Las creencias, nuestros valores culturales, nuestra identidad, nuestras emociones están antes; la razón, después. Como afirma el investigador Jonathan Haidt, solemos pensar que somos científicos buscando la verdad, pero en realidad somos abogados defendiendo a un cliente. Nuestro razonamiento es un medio para lograr un fin: vencer en una discusión.

El modelo intuicionista social en psicología moral (social intuitionist model), propuesto por autores como Jonathan Haidt, propone, frente al modelo racionalista tradicional, que cuando realizamos un juicio moral, las intuiciones están antes y causan directamente el razonamiento ex-post facto.
Por supuesto, no todo nuestro razonamiento es razonamiento motivado. Como pone de manifiesto la investigación en neurociencia, cuando las personas no tienen un fuerte vínculo emocional con las conclusiones de un razonamiento, se produce un razonamiento no motivado, que resulta cualitativamente diferente. Si, por ejemplo, discutimos sobre la manera más rápida de llegar de un punto A a un punto B, es probable que no se produzca un razonamiento motivado, aunque incluso aquí, las preferencias previas podrían influir en la discusión. 

La mayoría de las personas operamos bajo el razonamiento motivado en una diversidad de ámbitos, desde las discusiones sobre salud, estilo de vida, moralidad, política o deporte. La esfera pública está dominada, en ocasiones, por el razonamiento motivado. Como también el ámbito de la moral.

El razonamiento motivado tiene consecuencias relevantes en la vida política de las sociedades avanzadas, como refleja la discusión en Estados Unidos sobre el cambio climático o los efectos de las vacunas. Como afirma Chris Mooney en un interesante artículo sobre razonamiento motivado y cambio climático, el razonamiento motivado afecta a votantes en uno y otro lado del espectro político.

El rechazo a las vacunas, por ejemplo, manifiesto entre personas con una determinada matriz cultural, se defiende argumentativamente a partir de la evidencia -demostradamente falsa- de que las vacunas están causando una epidemia de autismo entre los niños. Los estudios epidemiológicos han mostrado que no existe ningún vínculo causal entre vacunación y autismo. Los antivacunas olvidan que las vacunas han salvado millones de vidas en las últimas décadas, y que siguen siendo un elemento fundamental de nuestra salud pública. Pero la cuestión es que las personas que apoyan este movimiento no son totalmente ignorantes de los hechos, ni poseen necesariamente una capacidad reducida de raciocinio. Simplemente, intentan proteger su visión, legítima, del mundo, en la que la intervención médica industrial es percibida como un ataque a la naturaleza, su libertad y a su identidad cultural. De ahí que tratar de convencer sólo con datos a una persona que sostiene una posición sea, por lo general, una intervención inadecuada.

Los seguidores de The Seekers eran, ciertamente, fervorosos creyentes. Pero eran, también, simples seres humanos con una cognición limitada o caliente (hot cognition). Como afirma Chris Mooney, aunque resulte paradójico, el cambio no se produce con los hechos. Los valores, la confianza, la identidad y la emoción están antes. Trabajar con estos elementos puede permitir a los hechos tener alguna posibilidad de éxito en una discusión.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Mindset

Cuando pensamos en nuestras habilidades personales, la mayoría de los individuos nos situamos en algún punto entre una mentalidad fija y una mentalidad de crecimiento. En una mentalidad fija, pensamos que nuestras habilidades son una característica invariable, fija, que hay que demostrar. En una mentalidad de crecimiento, pensamos que nuestras habilidades son variables y que podemos desarrollarlas por medio del aprendizaje.

Carol Dweck, profesora de psicología social de la Universidad de Stanford, ha dedicado su carrera académica al estudio de ambas mentalidades. Los estudios de su equipo de investigación muestran, de modo consistente, que una mentalidad de crecimiento está asociada a mejores resultados académicos y personales, así como a una mayor motivación, menor depresión y, en general, a una mayor resiliencia frente al fracaso.



Poseer una mentalidad de crecimiento suele resultar beneficioso en términos de motivación y logro personal en todos los ámbitos. Esto es así, porque creer que se puede mejorar (lo contrario de poseer una mentalidad fija) resulta fundamental cuando nos enfrentamos al fracaso, lo que invariablemente sucede a cualquier individuo. Las personas con mentalidad fija tienden a rendirse frente a la adversidad. Porque consideran el fracaso como una evidencia de su incapacidad (dado que esta es fija). Rehuyen los retos, se esfuerzan en proteger su ego, mintiendo si es necesario, lo que, en general, inhibe su crecimiento. Por el contrario, las personas con una mentalidad de crecimiento se muestran más perseverantes frente al fracaso, invierten más tiempo y esfuerzo en la mejora de sus habilidades y se muestran más motivados por buscar soluciones, porque piensan que no han aprendido o practicado lo suficiente, no que sean inadecuados. Como resultado, tienden a deprimirse menos.

Como pone de manifiesto Carol Dweck en Mindset: La actitud del éxito, los efectos de ambas mentalidades se traducen en un rendimiento diferenciado en el ámbito académico (los alumnos con una mentalidad de crecimiento aman el aprendizaje y se sobreponen con más facilidad a las dificultades), el deporte, las relaciones de pareja o los negocios. Sencillamente, porque la perseverancia y la búsqueda de la autosuperación contribuyen positivamente al logro personal en cualquier ámbito. Una mentalidad de crecimiento permite perseverar. Y la perseverancia es un factor fundamental en la consecución de cualquier objetivo. En este TED se muestran algunos resultados de sus estudios.



Pero, si aceptamos que cualquier habilidad es susceptible de mejora con una mentalidad de crecimiento -el margen de mejora sería variable en función de la habilidad o capacidad considerada- , ¿es posible también modificar la mentalidad de una persona, es decir, favorecer una mentalidad de crecimiento en los individuos?

Los estudios de Carol Dweck indican que es posible inducir una mentalidad de crecimiento en las personas. En diversos estudios, Dweck y colaboradores han mostrado que cuando a un grupo de alumnos se le induce una mentalidad de crecimiento -con programas formativos como Brainology- estos suelen mejorar significativamente su motivación y su logro, frente a alumnos a los que no se enseña esta mentalidad. Inducir una mentalidad de crecimiento implica enseñar a los alumnos que sus habilidades, por ejemplo matemáticas, son susceptibles de mejora con el aprendizaje porque el cerebro se fortalece y crea nuevas conexiones con la práctica adecuada. Los alumnos que reciben estas enseñanzas suelen mejorar su rendimiento a lo largo del curso. Se sienten más motivados y se desaniman en menor medida frente al fracaso.  

El éxito del libro de Carol Dweck reside, en parte, en transmitir una idea sencilla, fundamentada y potente: si nos situamos en una mentalidad de crecimiento podremos obtener un éxito verdadero en todos los órdenes de la vida.

La hipótesis de las mentalidades, aunque probada de modo consistente, posee algunas limitaciones que no son mencionadas en Mindset. En primer lugar, que la mentalidad es solo un factor más en el rendimiento. Algunos de los estudios de Carol Dweck sobre los efectos de la mentalidad de crecimiento en el ámbito académico muestran un impacto significativo pero moderado. Porque, como sabemos, factores como la inteligencia del alumno, el estatus socioeconómico de su familia o la calidad del colegio y los profesores tienen un efecto también significativo en el rendimiento. En segundo lugar, sabemos que la mentalidad de crecimiento, o la capacidad de persistencia de una persona es, gran medida -en torno al 40% de su variación-, atribuible a la influencia de los genes. Es decir, es posible inducir una mentalidad de crecimiento en los niños, y los padres harían bien en intentarlo, pero algunos niños, sencillamente, tienen una tendencia innata a poseer una mentalidad fija.

Como ha reconocido la propia investigadora, la mentalidad de crecimiento no tiene un efecto mágico sobre la vida de las personas. Pero incrementar la persistencia, la determinación y la resiliencia de una persona puede favorecer su éxito personal y profesional. Cultivar nuestra mentalidad de crecimiento es una inversión positiva. La obra de Carol Dweck nos permite entender mejor esta mentalidad, así como desarrollar la motivación y las estrategias para adoptarla.